Philip K. Dick se ha convertido en los últimos años en el escritor de ciencia ficción más exitoso, si consideramos todas las películas y series que se han realizado a partir de sus obras, que algunos consideran proféticas de la distopía y enajenación que producen la tecnología y el capitalismo. La vida de Dick, sin embargo, fue bastante dura y no conoció dicho éxito realmente. Sus últimos años fueron consagrados a intentar entender una serie de asediantes visiones gnósticas, las cuales plasmó en su obsesiva The Exegesis (publicada póstumamente).
P. K. Dick se identificó con una veta del gnosticismo cristiano, que considera que este mundo es una ilusión o simulación generada por un demiurgo que oscurece la luz verdadera de la divinidad con sus artificios. Creía, sin embargo, que el ser humano era una imagen o una emanación de Cristo y podía despertar al estado Crístico a través de un proceso que involucraba sobre todo el recuerdo de la naturaleza verdadera o anamnesis. Dick pensaba que Cristo se emanaba a sí mismo dentro de la humanidad, jugando un juego de olvidar su propia naturaleza para luego despertar.
Dick escribe en The Exegesis: El creador puede permitirse descender a su propia creación. Puede permitirse eliminar sus memorias (identidad) y sus poderes supernaturales. El creador de manera deliberada planta señales en esta irreal creación -señales las cuales astutamente sabe que en el tiempo (eventualmente) le restaurarán su memoria (anamnesis)-. Así que ha construido un sistema a prueba de fallas. No hay forma de que no recuerde eventualmente. Se ha hecho sujeto a un espacio espurio, tiempo y mundo (muerte, dolor, pérdida, decadencia, etc.), pero tiene estas señales que desinhiben o estimulan distribuidas estratégicamente en el espacio-tiempo.
En esto Dick sugiere un paralelo con el cuento gnóstico de la Leyenda de la Perla. Lo anterior recuerda también una de las frases mas memorables de Borges y por supuesto, más tarde en la historia, la trama de la película The Matrix.
En esto Dick sugiere un paralelo con el cuento gnóstico de la Leyenda de la Perla. Lo anterior recuerda también una de las frases mas memorables de Borges y por supuesto, más tarde en la historia, la trama de la película The Matrix.
El mayor hechicero (escribe memorablemente Novalis) sería el que se embrujara él mismo al punto de tomar sus propias fantasmagorías por apariciones autónomas. ¿No sería esta la verdad de nosotros? Yo conjeturo que así es. Nosotros hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenue y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso.
Dick mantiene que: Un humano puede evolucionar a ser Cristo, si Cristo ignita su propio ser en el humano y lo posee... en el momento cuando se lanza el último golpe (de dolor, lesión, humillación, y muerte) es Cristo quien está ahí remplazando a la víctima y recibiendo el golpe.
De aquí que sea al recibir el sufrimiento con dignidad y confianza que uno pueda dejar entrar, como si fuere, el programa Crístico. Dick no parece decir que uno deba sufrir sino que, ya que la vida es sufrimiento (muerte, vejez, enfermedad, y pérdida), es en cómo se encara este sufrimiento que la divinidad emerge: Huir del sufrimiento inexorablemente involucra fugarse de la vida (la realidad aparente)... pero el secreto y misterioso opuesto de esto, encarar plenamente el sufrimiento -sin vacilar-, puede producir una alquimia mágica a través de la cual te conviertes en Cristo.
Podemos interpretar aquí que el genuino sufrimiento, el que de alguna manera anula la impronta de la personalidad y la identificación con el falso yo, hace trascender la pequeña e ilusoria vida humana, generando un vacío que los místicos cristianos denominaban kenosis, el vaciamiento de "la voluntad" superflua, en favor de la real. El sufrimiento es una forma de éxtasis, uno se disuelve en su plenitud, plétora de sensación y universo. Esta renuncia es el acto psicoespiritual mismo de autoaniquilarse para que despierte la consciencia verdadera.
Dick mantiene que: Un humano puede evolucionar a ser Cristo, si Cristo ignita su propio ser en el humano y lo posee... en el momento cuando se lanza el último golpe (de dolor, lesión, humillación, y muerte) es Cristo quien está ahí remplazando a la víctima y recibiendo el golpe.
De aquí que sea al recibir el sufrimiento con dignidad y confianza que uno pueda dejar entrar, como si fuere, el programa Crístico. Dick no parece decir que uno deba sufrir sino que, ya que la vida es sufrimiento (muerte, vejez, enfermedad, y pérdida), es en cómo se encara este sufrimiento que la divinidad emerge: Huir del sufrimiento inexorablemente involucra fugarse de la vida (la realidad aparente)... pero el secreto y misterioso opuesto de esto, encarar plenamente el sufrimiento -sin vacilar-, puede producir una alquimia mágica a través de la cual te conviertes en Cristo.
Podemos interpretar aquí que el genuino sufrimiento, el que de alguna manera anula la impronta de la personalidad y la identificación con el falso yo, hace trascender la pequeña e ilusoria vida humana, generando un vacío que los místicos cristianos denominaban kenosis, el vaciamiento de "la voluntad" superflua, en favor de la real. El sufrimiento es una forma de éxtasis, uno se disuelve en su plenitud, plétora de sensación y universo. Esta renuncia es el acto psicoespiritual mismo de autoaniquilarse para que despierte la consciencia verdadera.
Dick escribe: "Es el salvador quien debe ser salvado y quien en un sentido real es idéntico a aquel que salva".

De aquí que el mal no exista realmente, sino como ilusión perturbadora: El Imperio, quien al suprimir información en cierto sentido es un anti-Cristo, es puesto a trabajar como la mitad de la dialéctica. El Imperio en el mismo acto de vedar la información ayuda a construir el cuerpo de Cristo dentro del ser humano (algo que el Imperio no nota).
En cierta forma es el Imperio (los censores de la cristicidad inmanente) quien, a la manera de una antítesis, genera la manifestación plena o liberación del Cristo. De la misma manera que la luz no puede existir sin la oscuridad o el sujeto sin el objeto, en esta trama el Cristo interior necesita de esta supresión, de esta crucifixión, real o simbólica, para producir su despertar.
Existe otra razón por la cual el sufrimiento es la clave para la cristificación de las personas dentro de la matrix. Según Philip K. Dick es en la compasión donde obtendremos la salida. Una salida que, paradójicamente, yace en la insatisfacción que propina esta ilusoria realidad.
Dick agrega: La cualidad más elevada de la compasión es el poder capaz de develar la ilusión. La verdadera medida del hombre no es su inteligencia o su éxito en este sistema demente. No, la verdadera medida del hombre es esta: qué tan rápido puede responder a la necesidad de los demás y qué tanto de sí mismo puede dar.
Es este principio de compasión, el cual indica sufrir sabiendo que ese yo que sufre es verdaderamente ilusorio; de esta forma se libera el Ser real que somos (es por la herida, por donde se libera el Ser), el que unifica a Cristo con Buda.
Citas tomadas de 'The Exegesis'
Fuente: Awaken in the dream
Fuente: Awaken in the dream