Cuando experimentamos un momento con gran carga emocional en nuestras vidas (como la muerte de un ser querido, o una ruptura sentimental), tendemos a recordarlo para siempre con un grado de precisión que ya quisiéramos cuando estamos memorizando la lección para un examen. Sencillamente, lo que sucede es que recordamos mejor los momentos emocionalmente significativos porque son relevantes para nuestra supervivencia.
Una nueva investigación de la Universidad de Nueva York, publicada en la revista Nature, demuestra que la significación emocional puede jugar un papel importante en el fortalecimiento, incluso, de los recuerdos más antiguos. Recuerdos que en su día no estuvieron acompañados de una carga emocional significativa.
Bajo esta premisa, incluso si un evento es insignificante cuando estamos experimentándolo, podemos actualizar más adelante la información con un elemento emocional a fin de fortalecer la memoria. Es decir, recordar cosas que emocionalmente no fueron importantes pero que ahora sí lo son porque hemos introducido mayor carga emocional de forma retroactiva. Como si nos hubiéramos tomado un nootrópico* encargado de exaltar nuestra memoria.
*Los nootrópicos son compuestos que se ingieren para provocar un determinado efecto en el cerebro, mejorando y potenciando su rendimiento, incluyendo dentro de su aplicación tanto el uso para actividades que requieran de una mejor capacidad cognitiva (estudiar, trabajo de precisión…), o bien un uso deportivo.
El autor principal del estudio, Joseph Dunsmoor, quiso probar esta hipótesis de la siguiente forma. En el primer experimento pidió a los participantes que identificaran una serie de imágenes de animales y herramientas. A los participantes no se les dio ninguna instrucción para aprender o recordar la serie de imágenes que estaban viendo.
A continuación, los participantes vieron una segunda serie de imágenes mientras recibían una descarga leve a través de electrodos colocados en las muñecas (este dolor sirvió para hacer la segunda categoría de imágenes con "carga emocional"). A diferencia de la sesión inicial, esta vez los investigadores pidieron a los participantes recordar las imágenes que estaban viendo.
Por último, los participantes vieron una tercera serie de imágenes, sin descargas eléctricas, después de haber sido instruidos para recordar lo que estaban viendo.
Como era de esperar, la memoria era más eficiente para recordar las imágenes acompañadas de descargas eléctricas. Pero también encontraron que el aprendizaje emocional que se produjo durante el segundo conjunto de imágenes influenció la forma en que los participantes recordaban el primer conjunto de imágenes (las que vieron sin descargas eléctricas y sin necesidad de recordarlas).
Es decir, que nuestros recuerdos no sólo pueden viajar atrás en el tiempo para recuperar los acontecimientos del pasado, sino que pueden actualizarse con información nueva e importante.
Quizás estas evidencias sirvan eventualmente para mejorar los sistemas de aprendizaje basados en la memorización, pero en cualquier caso viene a demostrar cuán maleables son nuestros recuerdos, como ya vimos en el filme 'Olvídate de mí', podremos borrar y restaurar recuerdos.
En esta película pergeñada por Charlie Kaufman, se plantea la posibilidad de borrar selectivamente recuerdos luctuosos como, por ejemplo, a una ex que nos ha roto el corazón. En la película no se profundizaba apenas sobre la tecnología empleada para conseguir tal cosa, más bien es la excusa para contar una historia de amor.
Sin embargo, los recientes avances en neurociencia podrían hacer realidad la premisa del filme. Sobre todo a raíz de un nuevo estudio pionero llevado a cabo por investigadores de la Universidad de California (USA), que borraron y luego reactivaron recuerdos mediante la estimulación de las neuronas en los cerebros de ratas genéticamente modificadas con una serie de pulsos de luz.
Borrando el trauma:
El médico y farmacólogo escocés James W. Black desarrolló el propranolol en la década de 1960. La invención del propranolol fue recibida como el mayor avance en la lucha contra las enfermedades cardíacas desde el descubrimiento de las propiedades de la Digitalis purpurea en el siglo XVIII. Recibió el premio Nobel de Medicina en 1988 "por el descubrimiento de importantes principios en el tratamiento con fármacos".
Pero también servía para borrar el dolor de un recuerdo. Al parecer, dicha sustancia, un beta-bloqueante que neutraliza los efectos de las hormonas del estrés, no eliminaba los sucesos de nuestra memoria, pero sí sus peores efectos: las trazas emocionales. Así pues, se continuaría recordando el hecho, pero no el dolor que nos provoca. Una víctima de violación quizás mitigue de este modo las pesadillas, o el miedo al sexo, y así consiga hablar de lo sucedido sin sentir angustia. Después de todo, el propranolol resulta más efectivo que la técnica empleada en Olvídate de Mí, pues al eliminar todo lo que le recuerde a su pareja, el protagonista también borraba los buenos recuerdos.
Consumido por millones de hipertensos en el mundo, el propranolol actúa sobre los receptores beta-adrenérgicos de la amígdala (estructura cerebral relacionada con el aprendizaje emocional y la modulación de la memoria) durante el procesamiento de información emocional, como sugirieron Merel Kindt y sus colegas del Departamento de Psicología Clínica de la Universidad de Amsterdam (Holanda) en un estudio publicado en la revista Nature Neuroscience. Su hipótesis fue que el propranolol interrumpe la síntesis de proteínas de la memoria amigdalar del miedo, provocando la alteración de ese recuerdo.
Borrando y restaurando recuerdos:
Ahora nos llega el primer estudio, publicado en la revista Nature y dirigido por el neurocientífico Roberto Manilow (Universidad de California), que sugiere directamente que el fortalecimiento o debilitamiento de las sinapsis es la base fundamental para la memoria, y que por tanto podríamos borrar o recordar de nuevo cualquier recuerdo. No solo sus trazas emocionales, sino el recuerdo por entero, como si nunca hubiese ocurrido.
Podemos formar un recuerdo, borrarlo y luego reactivarlo, a voluntad, aplicando un estímulo que selectivamente refuerza o debilita las conexiones sinápticas (entre neuronas), dice Manilow.
El estudio, de momento, solo se ha realizado en ratas modificadas genéticamente para que sus células cerebrales produjeran una proteína sensible a la luz que podría ser activada por un pulso de luz emitido por una fibra óptica implantada en el cerebro. A continuación, les enseñaron a asociar estímulos luminosos sobre estas células nerviosas con descargas eléctricas y dolorosas en sus patas. Las ratas, de esta forma, aprendieron a tener miedo a los estímulos luminosos. Este aprendizaje se produjo en parte por el fortalecimiento de ciertas conexiones sinápticas, así que las debilitaron con unos impulsos luminosos distintos.
Finalmente, las ratas olvidaron asociar la luz con el dolor, es decir, que olvidaron tener miedo. Lo más interesante es que el proceso es reversible: reactivaron el recuerdo del dolor y las ratas volvieron a tener miedo a las descargas, aunque no hubieran sufrido de nuevo el dolor.
Fuentes: Nature y IFLScience
Podemos formar un recuerdo, borrarlo y luego reactivarlo, a voluntad, aplicando un estímulo que selectivamente refuerza o debilita las conexiones sinápticas (entre neuronas), dice Manilow.
El estudio, de momento, solo se ha realizado en ratas modificadas genéticamente para que sus células cerebrales produjeran una proteína sensible a la luz que podría ser activada por un pulso de luz emitido por una fibra óptica implantada en el cerebro. A continuación, les enseñaron a asociar estímulos luminosos sobre estas células nerviosas con descargas eléctricas y dolorosas en sus patas. Las ratas, de esta forma, aprendieron a tener miedo a los estímulos luminosos. Este aprendizaje se produjo en parte por el fortalecimiento de ciertas conexiones sinápticas, así que las debilitaron con unos impulsos luminosos distintos.
Finalmente, las ratas olvidaron asociar la luz con el dolor, es decir, que olvidaron tener miedo. Lo más interesante es que el proceso es reversible: reactivaron el recuerdo del dolor y las ratas volvieron a tener miedo a las descargas, aunque no hubieran sufrido de nuevo el dolor.
Fuentes: Nature y IFLScience