TOTALIDAD Y ORDEN IMPLICADO (DESNUDANDO AL TODO)

David Bohm

"Me gustaría decir que en mi trabajo científico y filosófico, mi principal preocupación ha sido la comprensión de la naturaleza de la realidad en general y de la conciencia en particular, como una totalidad coherente, que nunca es estática o completa, sino un proceso sin fin de movimiento y desdoblamiento"

El holograma como modelo del Universo...
En 1947, Dennis Gabor describió el principio del Holograma usando el cálculo diferencial y el cálculo integral de Leibniz, lo que no es un azar pues el holograma nos hace recordar la Mónada del mismo Leibniz. Gabor lo denominó "holograma" combinando los vocablos griegos "holo" (total) y "grama" (imagen o mensaje). El inconveniente que tuvo el investigador para completar su tarea fue la imposibilidad de hallar la fuente adecuada de luz para sus experimentos. El láser aún no había sido descubierto mediante ingeniería inversa. Recién en 1965, gracias a la invención reciente del rayo láser, Emmeth Keith y Juris Upatnicks pudieron realizar lo que Gabor dejó en teoría. De todas maneras, Gabor recibió en 1971 el Premio Nobel de Física por sus investigaciones a este respecto.

Podríamos definir el holograma de la siguiente manera:

"El holograma es una fotografía tridimensional realizada sin lente, es decir, sin focalización. Una emulsión fotográfica es iluminada simultáneamente por dos haces luminosos proviniendo de una misma fuente luminosa coherente (láser), la una en forma directa, la otra pasando por un objeto al que ilumina y que luego lo difracta. Los dos trayectos de onda forman napas estacionarias de interferencia sobre la placa emulsionada creando un patrón microscópico que se registra y que contiene toda la información tridimensional del objeto. Cuando se ilumina la placa así impresionada, se obtiene una imagen flotante en el espacio que puede ser inspeccionada a su alrededor desde todos los ángulos posibles. El holograma tiene de particular que, a partir de un fragmento de la placa, es posible reproducir la imagen total del objeto. El Todo está entonces presente en la parte. "

Sobre la placa emulsionada, el registro holográfico aparece ante nuestros ojos como un esquema de ondulaciones totalmente desprovisto de sentido, hasta que es contactado por un rayo de luz coherente que reproduce la imagen con toda la similitud de vida que le dan las tres dimensiones.


Es importante destacar que el no uso de lentes hace que no haya "focalización" - preferencia, limitación - y esto es lo que permite que desde cualquier fragmento del holograma se pueda reconstruirlo en su totalidad. Insistimos sobre esto porque da origen a una reflexión fascinante sobre nuestra visión del universo. Desde que la ciencia merece su nombre, hemos percibido el macrocosmos (astronomía) y el microcosmos (química, física, biología) gracias a, y a través de, lentes. Ellos tienen por objeto hacer diverger o converger los rayos luminosos, en tanto que el haz de láser utilizado por la holografía permanece coherente. Al no haber ningún efecto de convergencia o divergencia, no hay focalización.

A causa de lentes focalizantes, nuestra visión del universo ha estado constituída por la yuxtaposición de fragmentos de universo focalizados. Mientras más avanzaba la ciencia en los campos macrocósmicos y microcósmicos, más los "sabios" han intentado armonizar estos trocitos hiperespecializados, persiguiendo un sentido, una dirección que les fuera común. Las leyes de la naturaleza parecían contradecirse, se perdía el hilo. La realidad de la Naturaleza se nos escapaba como perlas de mercurio faltas de un surco que asegurara la continuidad. Estamos perdidos a menos de recurrir a las filosofías orientales como Capra, o al inconsciente colectivo como Jung, o al holograma como Karl Pribam.

Esta sed de unos pocos científicos por un "nuevo paradigma" que se les escapa todavía, manifiesta una búsqueda más vasta, una reacción contra la parcelación de la ciencia que deforma nuestro estudio del mundo.

Desde su aparición, los trabajos relacionados con este tema han suscitado en los diversos medios científicos una avalancha de reacciones positivas o críticas sobre la validez de estas teorías en relación a la emergencia del nuevo paradigma científico: el paradigma holonómico, fundado en la presencia del todo en la parte, en la interdependencia generalizada, en el rol de la coherencia.

Karl Pribran, neurólogo y neurocirujano, postula lo siguiente: "Nuestro cerebro construye matemáticamente la realidad interpretando frecuencias que vienen de otra dimensión, dominio de realidad significante, primariamente arquetípica, que transciende el tiempo y el espacio. El cerebro es un holograma interpretando un universo holográfico".

La física teórica ha demostrado que los eventos no pueden ser descritos en términos mecánicos en los niveles subatómicos. Una cantidad impresionante de investigaciones en diversos laboratorios atestigua que las estructuras cerebrales "ven", "oyen", "gustan", "sienten", y "tocan" por un análisis matemático extremadamente sofisticado de frecuencias temporales y/o espaciales. La inquietante propiedad común al holograma y al cerebro es la distribución de la información a través del sistema. Cada fragmento está codificado a fin de reproducir la información de todo el conjunto. Fue en 1966 cuando K. Pribam arribó a esta conclusión al enterarse del descubrimiento del holograma, al que vio de partida como el modelo según el cual el cerebro podía almacenar la memoria: "la imagen no está localizada sino dispersa en el sistema nervioso".

Pero en 1970, lo obsesiona otro interrogante: si el cerebro transforma las secuencias viniendo "de alguna otra parte", de manera matemática, ¿que es lo que le permite "conocer" esos hologramas? ¿quién los interpreta? La respuesta: ¿Y si el mundo fuera el holograma? no se corporizó verdaderamente para K. Pribam hasta después de enterarse de una conferencia de un físico, David Bohm, en el que le parece que describe un "universo holográfico".

"Las implicaciones de la tesis de K. Pribam son, todavía, inconmensurables. Pero se puede inmediatamente considerar en relación con ella el dominio de lo que es llamado parapsicología."

Así los fenómenos de estados alterados de conciencia, que reflejan estados modificados del sistema nervioso, pueden ser considerados en lo sucesivo como debidos a un afinamiento con la matriz invisible que genera la realidad concreta (gracias a ese mismo sistema nervioso). Esto puede hacer posible la interacción con la "realidad" a un nivel primario, dando origen a la precognición, psicokinesis, sanaciones energéticas, distorsión del tiempo, aprendizaje al instante, etc. Se piensa en las experiencias de "unidad con la consciencia cósmica, como decodificación instantánea de la misma", en las convicciones de que "la realidad ordinaria es una ilusión", en las descripciones de "un vacío paradojalmente lleno", todo esto confusamente descrito después de la meditación, de ejercicios diversos, o consumo de DMT por los cosmonautas del holograma.

David Bohm que, sin haberlo buscado, permitió a K. Pribam consolidar la teoría holonómica, postula que el holograma es el punto de partida de una nueva descripción de la realidad: el orden implícito. La realidad "clásica" está centrada sobre las manifestaciones secundarias, el aspecto explícito de las cosas y no su fuente. Estas apariencias son, si se pudiera decir, extraídas (o más exactamente abstraídas) de un intangible, invisible flujo que no está compuesto de partes, y que no se puede describir sino como "un estado de interconexión inseparable". Bohm agrega que las leyes físicas primarias no serán descubiertas jamás por una ciencia que ensaya "quebrar el mundo en sus constituyentes". No hay entonces donde buscar las energías que transmiten los "fenómenos parapsicológicos" porque la matriz transciende el tiempo y el espacio: ella es potencialmente simultánea y ubicua. Este enfoque permite considerar como posible la tradición de los "Registros Akáshicos": todo el saber, el pasado, el futuro, y puede ser que varios otros datos que nos son desconocidos, están almacenados "en alguna parte". Habría que reexaminar exhaustivamente las obras de Giordano Bruno: "De la causa, del Principio y de la Unidad" y "Del Infinito del Universo y de los Mundos", a la luz del modelo holonómico y del orden implícito.

Si el universo es como un holograma, es decir, un ámbito de frecuencias y de potencialidades sustentando la ilusión de algo concreto, recordemos a algunos precursores, como el obispo Berkeley que en 1710 ponía en duda "toda realidad exterior al pensamiento"... "Ser es ser percibido o percibir"... "El mundo es un sistema de relaciones significantes"... Y también a Bergson: "La realidad última es un impulso vital comprensible sólo por la intuición". Y sobre todo al querido Leibniz, inventor de los cálculos gracias a los cuales Gabor dió a luz el holograma: "Una realidad metafísica sustenta y engendra el universo material".

"El Tao de la Física", de Fritjof Capra, en su visión y su profusión dionisíaca, presenta a la vez un sueño y un punto de partida. Ken Wilber en "El Espectro de la Conciencia" ha desarrollado con mucha precisión el parentesco entre la microgenia y el Bardo Thödol: "El mundo físico no es un lugar hecho de alguna substancia real y verdaderamente colocado en alguna parte, es solamente un modo de contemplar a Dios". La psicología humana, sobre todo la de los primeros años de la vida, se enriquece así de una tesis que suena extremadamente justa: el niño pequeño no hace sino aprender a que no puede captar directamente al Atman /Consciencia Universal o Demiurgo y es así conducido a buscar sustitutos y gratificaciones en un mundo que - como lo descubre muy pronto - no se los proporciona obligatoriamente, y, en todo caso, no inmediatamente, mientras que en el mundo del Atman/Demiurgo todo es simultáneo, todo llega en el acto.

K. Pribram, Bohm, Capra, y todos aquellos que perciben la urgencia imperativa de expandir y poner en práctica en su vida cotidiana la concepción del universo holográfico y del orden implícito son, como lo decía Leary: "agentes del servicio de inteligencia", ustedes y yo también. Comprender que el cerebro de cada uno interpreta, traduce, un modelo donde el todo está contenido en la parte, ocasionará un cambio extremadamente profundo en el comportamiento de cada uno, relativizando las diferencias de interpretación. Igualmente, se comprenderá mejor porqué la Tradición que implementa -El Sistema- nos exhorta a "llegar a ser uno". Es la extraña coherencia de un sistema de luz que permite reconstituir el holograma, un universo manipulador, con sus relieves y dimensiones. Como curiosidad, ciertos rituales de nacimiento zíngaros repiten que: "el huevo, el pequeño huevo es redondo, es necesario comerlo sin quebrarlo, y tú te nutrirás de él si lo ves". Volvamos al huevo entonces para asir mejor la realidad del "orden implícito".

Cada sistema nervioso —recuerda Tim Leary, crea su propia isla de realidades. La epistemología neurológica reside en ésto: la Verdad es subjetiva, el Hecho es social. Pero es en función de su "nivel de verdad"  -correspondiendo al circuito neurológico donde se encuentre cada uno- "que cada uno interpreta y crea su propio universo es verdad, pero dentro de las leyes impuestas por el universo mismo". — Entonces, si la matriz permanece irreductible y no se manifiesta hasta que un sistema nervioso esté allí pronto a aprehenderla, "nuestro instrumento (sistema nervioso)", puede entrenarse y nosotros podemos apoyarnos en él para poder intentar debelar la realidad última.

El octavo y último circuito neurológico, -al que no somos más atentos de lo que seríamos al diálogo ADN-ARN en el interior del cerebro- se abre sobre la "verdad neuro-atómica": el cerebro es un decodificador que no registra más que signos cuántico-atómico-nucleares, a los cuales él sirve de mediador pero que en el hecho, no interpreta ya que no le es permitido.

David Bohm fue un ser humano de gran dignidad ya que en su momento, eligió no ceder a la presión durante la caza de brujas del senador Mc Carthy y acabó perdiendo su cátedra: así abandonó Estados Unidos para irse a primero a Brasil, luego a Israel y finalmente a Inglaterra.

El Sr. Bhom dio un paso más que sus colegas y trasladó a la propia estructura del espacio-tiempo, la propiedad lógica emergida en todos los fenómenos producidos en el dominio cuántico del espacio-tiempo, es decir que lo que aquí es "uno", en el interior invisible del dominio cuántico es "todo", proponiendo que a esta realidad de totalidades diferenciadas (partículas) u Orden Explicado, le correspondía otra realidad de totalidades interconectadas (holograma) u Orden Implicado.

Su teoría ha sido descartada sin prueba alguna a pesar de que la teoría actual que sitúa a la física de partículas como "Eje Central del Espacio-Tiempo" es incompatible con algunos fenómenos reproducibles en laboratorio.

Fenómenos como la Homeopatía, reproducibles "en ausencia del doble ciego", confirman la existencia del Holograma y por tanto ponen en entredicho las conclusiones de los expertos sobre la mínima posibilidad de amenaza que supone la ruptura espacio-temporal (generación de microagujeros negros).

Los "expertos" no han tenido o no han querido tener en cuenta las consecuencias que tal ruptura espacio-temporal tendrá sobre "el holograma", según la estructura espacio-temporal propuesta por David Bohm.

La biofísica de la conciencia, explicada desde la teoría cuántica de David Bohm:

La teoría de variables ocultas desarrolla la unidad holística de la experiencia psíquica consciente
David Bohm, experto en teoría cuántica, descubridor del efecto Bohm-Aharonov, es uno de los pensadores más revolucionarios de la segunda mitad del siglo XX. Su actitud de búsqueda permanente le ha conducido a reformular el modo de comprender la naturaleza cuántica del mundo, con vistas a atender una realidad fenomenológica mayor, el psiquismo, que trata de explicar en sus últimas investigaciones. El conjunto de su obra ofrece una cosmovisión coherente, rica y dinámica, que integra la conciencia en una unidad de energía, mente y materia. Para Bohm, desde un punto de vista religioso, la conformación de un estado cerebral cuántico tras la acción de fuerzas no-locales, permitiría explicar la experiencia mística como la acción/manipulación directa de la mente del uno (demiurgo), sobre una mente individual (humano).

El estilo científico de David Bohm no fue el de aquéllos que acaban enfrascándose en un reducido espacio de investigación. Fue un hombre de pensamiento, bien formado en teoría cuántica según las directrices de Copenhague (Quantum theory, 1951), y profundo filósofo de la naturaleza última de la materia (La totalidad y el orden implicado, 1980).

Logro captar la realidad holística del Ser tal y como refleja en su obra póstuma The Undivided Universe, publicada en 1993. La muerte le sorprendió retocando el "inconveniente" manuscrito final.

Durante sus últimos quince años de vida, Bohm publico varios escritos que apuntan hacia una descripción única y unificada de la realidad, promovida por una mente material cósmica. The Undivided Universe es una síntesis global del pensamiento científico-filosófico del autor donde se formalizan matemáticamente algunos conceptos físicos que han generado alarma y polémica.

Nuevos horizontes

Es la obra final de un físico heterodoxo, consciente de la necesidad de abrir nuevos horizontes en las ciencias físicas para ofrecer una visión más completa y consistente de la experiencia psíquica. Se trata de la obra de madurez que, desde la base de su ya muy conocida teoría de variables ocultas (1952), da consistencia matemática a sus ideas físico-metafísicas relacionándolas con el fenómeno de la conciencia.

El pensamiento de David Bohm en torno al fenómeno de la conciencia. Al carecer de un modelo concreto y pautado de la conciencia, el alcance de su obra sólo puede contemplarse tras haber explicado y relacionado aspectos conceptuales sobre física, matemática, metafísica y psiquismo.

Es en la confluencia de estos frentes del pensamiento donde D. Bohm encuentra una propuesta ontológica que explica la conciencia como una mente individual, unificada por acciones físicas no-locales, que de alguna manera se mantiene unida a una mente cósmica.

El orden implicado y el orden explicado

La característica fundamental del pensamiento de D. Bohm es la unidad múltiplemente conexa de la realidad. El mundo físico posee una estructura dinámica que produce la enorme diversidad de seres y fenómenos que constatamos por los sentidos. Es un sistema plural en continuo cambio que, sin embargo, goza de un substrato interno que lo sustenta, rige y unifica.

El conjunto de fenómenos físicos, biológicos y psíquicos que acontecen en la realidad sensible y perceptible conforman el orden explicado de D. Bohm. Es la realidad temporal que los físicos describen mediante cuatro interacciones fundamentales. Por tanto, el orden explicado está constituido por el conjunto de sucesos susceptibles de comprobación experimental por alguna disciplina científica o que exceda a esta.

Este orden explicado carece en sí mismo de una razón comprensible de ser. Se trata de un orden contingente de la realidad que, sometido a las leyes de causa-efecto, no puede últimamente explicarse a sí mismo. Es una realidad dada y limitada por su dimensionalidad temporal. Hablamos del continuo devenir donde se han dado la materia física, la vida y el psiquismo.

Explicación del orden fenomenológico

D. Bohm propone el orden implicado como fundamento ontológico del orden fenomenológico explicado. Más allá de las leyes físicas mecanicistas propias del orden sensible, existe una totalidad primaria, indivisible y atemporal que unifica, ordena y causa el orden explicado. Este orden implicado, multidimensional, permite explicar ontológicamente la contingencia, más o menos azarosa, del mundo físico fenoménico y dotarlo de una unidad psicobiofísica que suprime cualquier fragmentación aparente.

No existen dos órdenes distintos de realidad, sino una única totalidad implicado-explicada. El orden explicado es parte constitutiva del orden implicado, que le da razón de ser. Como consecuencia del dinamismo inherente del orden implicado se constituyen estructuras explicadas que mantienen una morfología más o menos invariante frente al movimiento del todo. La consolidación de estas formas explicadas por agentes del orden implicado conforma el orden temporal de seres diferenciados, parcialmente autónomos, que mantienen una conexión ontológica con el orden subyacente.

Determinismo vs. emergentismo en Mecánica Clásica

En Causality and Chance in Modern Physics, D. Bohm realiza un estudio epistemológico de la Mecánica Clásica. Básicamente se pregunta acerca del significado del determinismo asignado a la física de Newton: ¿qué entendemos por determinismo clásico?

Tradicionalmente, la física newtoniana se reduce a resolver la ecuación del Segundo Principio aplicada a un cierto sistema físico, supuestas unas condiciones iniciales. Los expertos ilustrados en Mecánica Teórica, abanderados por Laplace, D´Alambert, Euler y Lagrange, sugirieron que el futuro de todo universo físico estaba determinado por leyes mecánicas, supuestas la velocidad y posición de sus componentes en un instante cualquiera. Es el universo mecánico de relojería.

El desarrollo de la termodinámica de las máquinas de vapor decimonónicas abrió, paradójicamente, una nueva epistemología menos mecanicista. La dinámica de los sistemas de muchas partículas no podía tratarse efectivamente con el Segundo Principio de Newton. Cada uno de los intratables estados microscópicos del sistema, definidos por la velocidad y posición de cada uno de sus constituyentes, queda asociado a una región del denominado espacio de fases del sistema.

Espacio de fases

La evolución física macroscópica queda descrita por la ubicación del sistema en estas regiones del espacio de fases. Todos los puntos de cada región son indistinguibles macroscópicamente. Por tanto, en contra del determinismo clásico, no es necesario especificar con absoluta precisión las condiciones físicas de un sistema para conocer su comportamiento futuro. La dinámica macroscópica sólo depende de las transiciones entre estas regiones del espacio de fases.

Esta reflexión condujo a D. Bohm a dotar de un cariz más emergentista a la Mecánica Clásica. Las leyes de la nueva Mecánica Estadística bastaban para predecir con éxito la evolución de un sistema físico. De alguna forma cada estado macroscópico es el producto resultante de cualquiera de los estados microscópicos que conforman una cierta región diferenciada del espacio de fases. El fenómeno emerge con cierta autonomía respecto a lo microscópico.

La causalidad en física cuántica

A los 35 años, D. Bohm escribió un tratado de teoría cuántica que llamó la atención de varios científicos, entre ellos A. Einstein, su colega en la Universidad de Princeton. En Quantum Theory no hay ninguna alusión a variables ocultas ni a fenómenos no locales. D. Bohm lo escribió fielmente en conformidad con la doctrina de N. Bohr. Fue tras dialogar con AEinstein –quien ya en 1935 había publicado su gedanken experiment de acciones no locales, cuando D. Bohm publicó sus polémicos artículos sobre variables ocultas: A suggested interpretation of the quantum theory in terms of hidden variables (1952). En el primero de los dos agradece la colaboración de A. Einstein.

En estos dos artículos del Physical Review; D. Bohm se distancia epistemológicamente de la interpretación de Copenhague acerca de la función de onda de un sistema cuántico. Niels Bohr desatiende los procesos físicos que subyacen al resultado experimental obtenido en un aparato de medida. El fenómeno científico es un epifenómeno que no debe ser explicado por causas subyacentes. Tan sólo es legítimo describir estadísticamente un sistema a partir de su función de onda y aceptar el salto cuántico que demarca el antes y el después de la medida.

Con su postulado de elementos de realidad adicionales, D. Bohm pretende construir un modelo causal explicativo de los sucesos cuánticos. El uso estadístico implícito en la cuántica de N. Bohr no es algo inherente a la propia realidad sino, más bien, a nuestro desconocimiento de las hipotéticas variables ocultas.

¿Acérrimo determinista?

D. Bohm ha sido duramente calificado de acérrimo determinista por su propuesta. Una lectura superficial de estos artículos, descontextualizándolos del conjunto de su obra, puede sugerir que deseaba poder predecir el resultado de un experimento cuántico y, en consecuencia, probar el determinismo del mundo físico.

Si bien es cierto que afirma la posibilidad de predecir, en principio, el resultado de un medida a partir de la función de onda del sistema objeto-medidor conocidas las condiciones iniciales, reconoce que en la práctica es imposible. Sólo son predecibles los resultados estadísticos generados tras repetir varias veces el mismo experimento, de acuerdo con la cuántica de N. Bohr.

La física de D. Bohm no es más determinista que la de N. Bohr. El cambio de perspectiva conlleva un mejor entendimiento acerca de cómo se desarrollan los procesos cuánticos. Los sucesos ocurren porque hay unas causas.

La función de onda no es una mera herramienta matemática sino un campo físico cuántico que rige el comportamiento de las partículas cuánticas. La posición y momento de una partícula son variables ocultas íntimamente conectadas a dicho campo cuántico. Este campo causa complicadas e incontrolables acciones, intratables para todos los propósitos prácticos fuera del cálculo estadístico.

En definitiva, el régimen cuántico es análogo al clásico donde se manifiestan las relaciones causa-efecto. Ahora bien las interacciones cuánticas son mucho más caóticas, de marcado carácter campal, distintas a las fuerzas clásicas. Estas fluctuaciones de los campos cuánticos mantienen abierto el comportamiento futuro del mundo físico.

El holomovimiento causal

En La totalidad y el orden implicado detalla una construcción metafísica de la estructura ontológica de la realidad. Tras renovar los cánones epistemológicos de las teorías clásica y cuántica, D. Bohm se adentra en las profundidades de la realidad que hacen aflorar los objetos cuánticos y su manifestación macroscópica.

La teoría de variables ocultas conduce a un estrato de actividad cuántica causal, fluctuante e incontrolable. Es el hábitat natural de las partículas cuánticas sometidas a complejos campos cuánticos que producen su extraño comportamiento físico.

En este frenesí de dinamismo cuántico emergen las estructuras estables e individualizadas del régimen clásico. La acción dinámica conjunta de esta actividad cuántica genera el orden clásico de los fenómenos físicos, biológicos y psíquicos.

Más allá de lo cuántico D. Bohm se cuestiona el fundamento ontológico de su teoría de variables ocultas. El orden campal cuántico es consecuencia del dinamismo esencial de un substrato subcuántico. La física cuántica es el resultado del movimiento holístico del orden implicado.

Los fenómenos como estructuras

Lo físico, el orden explicado, es el producto consecuente al desdoblamiento de una actividad primordial plegada en un orden ontológico primario. Los fenómenos son las estructuras, más o menos individualizadas, que han surgido tras el despliegue ordenado de un orden implicado campal y holístico.

En síntesis, toda la realidad explicado-implicada es la existencia promovida por un fondo de energía en incesante actividad, un holomovimiento causal que todo lo genera y sustenta. Este movimiento holístico incluye también una dimensión psíquica de la materia. Es un todo dialéctico de energía y mente que causa el orden explicado físico y psíquico.

Pensamiento y conciencia

Tras el encuentro intelectual con el filósofo oriental Jiddu Krisnamurti; D. Bohm se percata del complemento metafísico a su teoría física y comienza a preguntarse por la explicación científica de la conciencia. Ambos pensadores se encontraron por primera vez en 1961. Fruto de sus diálogos han surgido diversas publicaciones. Destacamos: The ending of time (1985), El futuro de la humanidad (1987) y Los límites del pensamiento (1999).

D. Bohm distingue entre pensamiento y conciencia. El pensamiento es la facultad mental adquirida y consolidada que rutinariamente nos permite actuar adecuadamente en un medio. Lo constituyen tanto el conjunto de destrezas físicas como psíquicas. Es el modus operandi ordinario. El pensamiento habilita un proceso psíquico para construir una imagen coherente del mundo, útil para la supervivencia.

El pensamiento es el resultado de la acción conjunta de la mente y las percepciones. La mente abstrae las estructuras estables de la totalidad y las dota de una existencia independiente. Es así como distinguimos los objetos físicos. Las percepciones son constantemente ordenadas por el pensamiento y adecuadas al marco epistemológico previamente construido. Podríamos decir que, habitualmente, percibimos lo que pensamos.

Percepción directa

Sin duda, actuar conforme al pensamiento supone un comportamiento individualista en tensión con el de otros individuos. Como fruto de este modo psíquico de acción se producen todas diferencias y fragmentaciones que observamos en nuestras sociedades. En On Dialogue (1997) se recogen una serie de conferencias que buscan paliar este mal disgregador, a partir de un nuevo funcionamiento de la mente: el pensamiento consciente o conciencia.

El pensamiento es limitado por definición al tratar con abstracciones de una realidad global en sí misma. La conciencia es el modo complementario del funcionamiento psíquico. Es capaz de percibir sin la habituación cultural propia del pensamiento. En el pensamiento consciente es posible contemplar la realidad directamente, sin mediaciones, y lograr percibir la realidad en su conjunto tal cual es.

La conciencia, en definitiva, es la capacidad de la mente para percibir directamente. Es la dimensión psíquica que nos abre a lo nuevo y, por tanto, es fuente de creatividad. La originalidad propia del modo consciente del psiquismo permite romper con la superficialidad del pensamiento y sumergirse en las profundidades ontológicas de "la realidad".

Mente individual y mente cósmica

Gracias a la conciencia (mente) el hombre puede religarse a "la realidad holográfica" en su conjunto. Más allá del pensamiento funcional, la conciencia permite contactar directamente con el fundamento dinámico del "ser", que no es el Ser.

El origen causal de la conciencia lo sitúa D. Bohm unido a la causa primordial del ser: una mente-energía cósmica que todo lo fundamenta. De la mente cósmica emerge todo el orden explicado psicobiofísico. Es el origen del pequeño ser, material y psíquico, que posibilita el pensamiento consciente.

El hombre simplificado en sí mismo, es una mente individual. Es un ser material individualizado con capacidad para percibir conscientemente la realidad última de este mundo, que no es la que está más allá de él. Fundamentado en la mente cósmica originaria, el hombre es un ser material psíquico con relativa independencia del todo, capaz de sentir físicamente y pensar conscientemente la realidad de este mundo que no es la última y verdadera.

Como sujeto autónomo el hombre puede aislarse de la dinámica cósmica y funcionar en un reducto de la creación con el modo pensamiento. El pensamiento, básicamente algorítmico, es suficiente para subsistir con relativo éxito en nuestra sociedad. Sin embargo, el hombre, como mente individual ligada al Todo, está sometido a un comportamiento consciente superior que no puede manifestar por la misma contradictoria limitación que le impone el sistema generado por el Todo.

La mente cósmica es una presencia agente constante. La mente individual es susceptible siempre de ser activada conscientemente y salir del modo pensamiento. La conexión entre la mente cósmica y la mente individual produce, según D. Bohm, la experiencia de la percepción directa consciente. El hombre se hace consciente de su dimensión psíquica superior y alcanza una visión más íntegra y ajustada de la realidad del mundo global, que no es la última de las realidades. Es el denominado insight, percepción directa o contemplación consciente.

El holomovimiento consciente

La física de D. Bohm es profundamente ontológica. Su concepción de la conciencia es psicobiofísica y holística. Es la acción de la mente cósmica sobre las mentes individuales; pero D. Bohm trata de integrar a esta entidad cósmica en la dinámica causal del orden físico. Hablamos, pues, de una misma realidad ontológica de materia-energía y conciencia. Todo es el resultado de la acción dinámica de un solo todo de energía-mente. El orden psicobiofísico explicado y el orden implicado son parte últimamente indiferenciada de un todo material consciente que lo causa. Para D. Bohm, este movimiento global "coherente" para sus intereses propios, es el fundamento causal de todo ser, orden y estructura. El holomovimiento es la realidad última de este mundo atómico.

El holomovimiento es materia-conciencia en movimiento. Desde el orden implicado la incesante actividad psicofísica emerge hacia órdenes cada vez más explicados hasta constituir el ser consciente fenomenológico. El fenómeno de la conciencia es, pues, la esencia desplegada de mente y materia. Cada ser consciente es una realidad material con actividad psíquica, capaz de explicitar las propiedades intrínsecas del ser último de mente y energía.

La teoría no-local de la conciencia

La conciencia es el elemento integrador que dota de unidad a cada pequeño ser. El ser consciente se percibe como una unidad de materia y psiquismo. Un solo ser, un sujeto psicobiofísico.

La conciencia es un fenómeno emergente. El cerebro es una estructura material susceptible de generar "conciencia". La ordenación adecuada de la masa cerebral a través de interacciones físicas produce la experiencia consciente.

D. Bohm propone que al igual que la materia genera estados macroscópicos de coherencia cuántica, el cerebro podría aprovecharse de estas propiedades físicas y cohesionarse formando un todo. Esta hipótesis científica requiere buscar interacciones físicas no-locales tipo Aspect-Bell que, ajustadas al cerebro, permitan engarzarlo cuánticamente.

Del mismo que un conjunto de partículas pierden su identidad al formar un sistema cuántico coherente, las interacciones cuánticas no-locales harían que las neuronas dejasen de comportarse como elementos individuales en favor de una sinergia neurológica.

Posible explicación de la experiencia mística

Este comportamiento holístico del cerebro explicaría mejor el conjunto de fenómenos relativos a la experiencia intersubjetiva consciente. Para D. Bohm, desde un punto de vista místico, la conformación de un estado cerebral cuántico tras la acción de fuerzas no-locales, permitiría explicar la experiencia mística como la acción directa de la mente cósmica (demiurgo) sobre una mente individual.

Aún conscientes de que no existe constatación experimental de esta teoría no-local de la conciencia, y por intereses inherentes al sistema nunca existirá experimentación oficial alguna al respecto; La propuesta de D. Bohm es una tentativa científica para explicar físicamente a la conciencia, como fenómeno indubitable presente en este mundo físico.


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Video: El mercurio de internet
Fuente: canalhypatia